sábado, 28 de abril de 2012




“ENVEJECIMIENTO EXITOSO” Y “TERCERA EDAD”:
PROBLEMAS Y RETOS PARA LA PROMOCIÓN DE LA SALUD

Mauro Brigeiro

Resumen

El presente ensayo propone una reflexión crítica sobre las categorías “envejecimiento exitoso” y “tercera edad” a partir de un análisis de sus postulados,
Especialmente el que refuerza el proceso de envejecimiento saludable como resultado de una mera opción individual. De ese modo, se busca problematizar las acciones y discursos de la promoción de la salud dirigidos hacia al segmento poblacional de los adultos mayores y al proceso de envejecimiento, subrayando la necesidad de politización del debate de esos temas. El artículo sugiere como primordial la consideración de los diversos modos de gestión de la experiencia de la vejez en el momento de establecer estrategias de promoción de la salud a los que están envejeciendo.

Este texto parte de la idea de que algunas perspectivas y acciones identificadas con la promoción de la salud, pese a su indiscutible importancia, pueden perderse en sus propósitos al concretarse en contextos sociales e históricos particulares y, aún más, al dirigirse sin ningún nivel de crítica hacia determinados grupos sociales. Con este punto de partida, el presente ensayo versa sobre un tema específico dentro del vasto campo de la promoción de la salud, a saber, la atención al segmento poblacional de los adultos mayores. 

La argumentación desarrollada aquí se fundamenta en perspectivas críticas recientes acerca de las concepciones de envejecimiento exitoso y tercera edad, para así avanzar en algunas consideraciones del tema, dando prioridad a un aspecto que gana resonancia en el debate interno de la promoción de la salud: el énfasis, tan creciente como problemático en las prácticas sociales y de la salud, al considerar el envejecimiento exitoso y saludable como una tarea de responsabilidad individual.


En este intento, empezaremos por una breve descripción y definición de los términos envejecimiento exitoso y tercera edad, sus condiciones de surgimiento, sus premisas y pautas y los modos como se incorporan en los contextos latinoamericanos contemporáneos. A continuación, resaltamos cómo estas concepciones, al tiempo que operan una nueva configuración del curso de la vida y de las imágenes de la vejez, imponen desafíos a los cuales no pueden permanecer ajenos quienes estén involucrados en la práctica social e investigativa de la promoción de la salud en estos países.

Rice y Lockenhoff, afirman que envejecimiento exitoso y tercera edad son, teóricamente, nociones relacionadas y, se puede decir que comparten muchas perspectivas y significados. Envejecimiento exitoso, antes que un concepto, enmarca desde hace mucho, una importante aspiración humana. Deseamos envejecer bien, sin dolor o con el mínimo de sufrimiento. Usualmente  miramos con admiración a aquellos que atraviesan los años revelando bienestar, realización personal, vivacidad y vigor preservados. Como sabemos, ciencia y aspiraciones sociales están íntimamente relacionadas y, en este sentido, han existido muchos intentos teóricos y científicos encaminados a identificar y establecer qué sea envejecimiento exitoso.

Neri y Cachioni, sustentan que  la definición posee tres connotaciones generales. La primera se refiere a la realización del potencial individual capaz de generar satisfacción física, psicológica y social según el individuo y su grupo de edad. Es evaluada de acuerdo a condiciones objetivas disponibles, por la visión que la gente  instituciones posee sobre tales condiciones y por lo que se considera necesario para la realización plena de este potencial. La segunda significación toma como parámetros de envejecimiento exitoso el funcionamiento que más se acerque al de la media de la población más joven, siendo adoptada por las prácticas de salud, educativas y estéticas destinadas a preservar la juventud y retardar los efectos del envejecimiento. La tercera idea de envejecimiento exitoso se relaciona con la identificación de comporta-  mientos  para   los   cuales   los   individuos poseen un buen desempeño, y de optimización de su ejecución por medio de mecanismos de entrenamiento y motivación. Mediante tales estrategias se compensarían las pérdidas identificadas en el proceso de envejecimiento y se mantendría la estimulación para realizar comportamientos en otros dominios de la vida cotidiana. 

En esta tercera connotación, los ejemplos para lograr un envejecimiento exitoso suenan afines a la perspectiva de la promoción de la salud: si un adulto mayor tiene una buena capacidad física, la preservación de este potencial y su estimulación a través de la práctica deportiva puede reforzar el sentido de bienestar y favorecer la manutención de vínculos sociales. 

Sin embargo, en los tres conjuntos que organizan las diferentes visiones acerca del envejecimiento exitoso, el sujeto que envejece, siempre es el blanco de todo el proceso y, con los apoyos necesarios, el principal ejecutor del mismo. Él es el primer responsable por su salud y su enfermedad.

Minkler y Fadem, realizan una crítica similar sobre la concepción de envejecimiento exitoso promovida recientemente por la Fundación MacArthur y que se ha convertido actualmente en una de las más destacadas referencias sobre el tema. Desarrollada a partir de un largo estudio cuya propuesta era la consolidación de una nueva gerontología, la definición elaborada buscaba la formulación de un paradigma que pudiera contrastar con la asociación habitual de la etapa de la vejez y los procesos de pérdidas y deterioro. Se pretendía así, formular una teoría que engendrara aspectos positivos del envejecimiento.

La primera característica a destacar en este estudio es la diferenciación realizada entre ‘envejecimiento exitoso’ y ‘envejecimiento normal’. El eje central de esta nueva  perspectiva   es   la   idea a  de  que   la   salud y  los problemas relativos al ‘envejecimiento normal’ no son del todo normales, y más bien evidencian el resultado de estilos  de  vida  y otros   factores  que   expusieron  las personas al riesgo de enfermedades y discapacidades en la vejez. En oposición, el ‘envejecimiento exitoso’ es descrito como una habilidad para mantenerse en bajo riesgo de enfermar, con un alto nivel de actividad física y mental, y decididamente comprometido con la vida por medio del mantenimiento de relaciones interpersonales y la participación en actividades significativas. Dicho paradigma propone, primero, que los temores de pérdidas funcionales son con frecuencia superestimados, segundo, que muchas de las pérdidas funcionales verificadas con el paso del tiempo pueden ser evitadas, y, tercero, que muchas pérdidas funcionales de los adultos mayores pueden ser recuperadas.

En este sentido, envejecer exitosamente dependería mayoritariamente de acciones en prevención y promoción de la salud, ya que la desdicha de la vejez asociada al deterioro físico y mental estaría supuestamente bajo nuestro control. Las pérdidas, según este paradigma, están asociadas a factores tales como hábitos cotidianos, alimentación, práctica de ejercicios, etc., todos ellos ‘factibles de control y cambios’. El envejecimiento exitoso, como afirman algunos autores, resulta ser una cuestión de opción individual.

De hecho, y eso no se puede negar, la formulación del concepto en cuestión ha contribuido a innovaciones e incremento de estrategias en salud y de prácticas sociales que han representado una ganancia en términos de calidad de vida de las personas mayores. Sin embargo, las críticas que han recibido estas propuestas no pueden ser desatendidas. No   todas   las enfermedades y problemas fisiológicos asociados a la vida avanzada, son factibles de manejo por medio de la prevención de la enfermedad o la promoción de la salud. La pretensión de control individual sobre los procesos de deterioro identificados en la vejez, desde estadios anteriores del curso de la vida es, cuando menos, osada, especialmente cuando tratamos de sociedades en desarrollo. Como bien advierten los preceptos de la promoción de la salud, los determinantes de esta no se deben concentrar tan sólo sobre el individuo.

Más bien, envejecer con salud requiere otras condiciones durante el curso de la vida, como el acceso a la educación, al trabajo y al descanso, bienes materiales y culturales dignos, políticas públicas inclusivas, etc. Los modelos de envejecimiento exitoso en general, incluyendo el de la Fundación MacArthur, pecan al generalizar premisas particulares y simples a contextos culturales diferenciados y complejos; aprisionan experiencias y valoraciones sociales diversas sobre el envejecer, bajo el auspicio de modelos estrechos y sin validación externa. Homogenizan prescripciones, sin matizar diferencias de género, raza y clase social, e ignoran las demás posibilidades que pueden caracterizar un buen envejecimiento.

En resumen, la principal crítica que ha recaído sobre el término envejecimiento exitoso y sus dimensiones específicas, muy pertinente a nuestro ver, es la de que puede favorecer la estigmatización de las personas que no alcancen el ideal de ‘envejecer bien’. Se trata aquí de evitar el frágil teorema de que si el individuo es el responsable por la gestión de su envejecimiento con éxito, también lo será cuando no alcance el intento. Tal proposición, incluso ha contribuido al aumento de la estigmatización de los viejos que viven en situaciones de discapacidad.

Estos puntos de vista mantienen su validez cuando pensamos en el modelo de gestión de la experiencia del envejecimiento conocido como ‘tercera edad’, tan de moda en Latinoamérica, y por eso la iniciativa de rescatarlo en esta argumentación. Las definiciones sobre el envejecimiento exitoso, sobre todo las que hacen referencia a la actividad como aspecto favorable durante la vejez, se sintonizan fuertemente con el modelo citado. La producción científica y la argumentación intervencionista del Estado y del movimiento social denotan un fuerte compromiso con esta nueva categoría, sea en parte de Europa o Estados Unidos, o en el ámbito de América Latina, caracterizada por importar las innovaciones extranjeras sobre la problemática. En este continente, la expresión se difundió como la manera más apropiada de referirse a la vejez. El término recibe una significación tan positiva y respetuosa que ha sido aplicado ampliamente, intentando englobar en sí la completa diversidad del segmento social de los más viejos.

Ahora bien: la categoría tercera edad, según sus premisas, es una etapa en que las personas deben abrirse a lo nuevo, a las formas de relacionarse (con la pareja, la familia, con la comunidad), rescatar antiguos proyectos de vida e iniciar otros, involucrarse en el aprendizaje de nuevas habilidades, etc.

La categoría tiende a oponerse a la concepción de vejez asociada a la decadencia y la declinación. Al contrario, ofrece un sentido de neutralidad al representar a los viejos, al tiempo que refuerza la idea de progreso o avance.

Presupone un sentido continuo, de etapas progresivas más no necesariamente en descenso. Intenta, así, la propuesta de un nuevo cuadro en el que el curso de la vida seguiría un creciente sin fin, sirviendo al propósito de anular la estigmatización identificada o presumida sobre esta población.

Evidentemente, la expresión ‘tercera edad’ tiene su historia relacionada con las intenciones de cambiar las connotaciones negativas existentes en torno a la vejez, afirmando esta etapa como la más propicia para la autorrealización, por la supuesta ventaja de la experiencia de vida acumulada.

Claro está que la tercera edad está comprometida con un ideal de transformación del   envejecimiento  en un problema   social,  donde   son necesarias nuevas definiciones, nuevas formas de categorización que opongan un nuevo vocabulario a un antiguo modo de tratamiento de los viejos. De este mismo modo, se  busca   invertir   algunos   sentidos   sociales   alrededor  de este período de la vida y la jubilación. Antes entendido como una etapa de des canso y  resguardo,   estar   retirado viene   ahora   a   significar  un período de actividad, realización personal, entretenimiento y diversión. Para alcanzarlo, el recurso más indicado por los expertos es la adhesión a espacios sociales de asociación e integración, aspecto fundamental de los programas y proyectos asociados a la categoría tercera edad.

Resulta   primordial,   entonces,   que   las investigaciones y prácticas consideren el punto de vista de los adultos mayores que estamos conduciendo al interior   de   nuestras   intervenciones.  Necesitamos considerar en el campo de la promoción de la salud, la existencia de múltiples concepciones y formas envejecimiento exitoso según las personas que lo viven y preguntarnos acerca de los diversos significados que pueden ser atribuidos por la gente a la salud y los hábitos saludables en la vejez.


Fuente

“Investigación y Educación en Enfermería - Medellín, Vol. XXIII N. º 1, marzo de 2005”



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