“ENVEJECIMIENTO
EXITOSO” Y “TERCERA EDAD”:
PROBLEMAS Y RETOS PARA
LA PROMOCIÓN DE LA SALUD
Mauro Brigeiro
Resumen
El presente ensayo propone una reflexión crítica
sobre las categorías “envejecimiento exitoso” y “tercera edad” a partir de un
análisis de sus postulados,
Especialmente el que refuerza el proceso de envejecimiento
saludable como resultado de una mera opción individual. De ese modo, se busca
problematizar las acciones y discursos de la promoción de la salud dirigidos
hacia al segmento poblacional de los adultos mayores y al proceso de
envejecimiento, subrayando la necesidad de politización del debate de esos
temas. El artículo sugiere como primordial la consideración de los diversos
modos de gestión de la experiencia de la vejez en el momento de establecer
estrategias de promoción de la salud a los que están envejeciendo.
Este texto
parte de la idea de que algunas perspectivas y acciones identificadas con la promoción
de la salud, pese a su indiscutible importancia, pueden perderse en sus propósitos
al concretarse en contextos sociales e históricos particulares y, aún más, al
dirigirse sin ningún nivel de crítica hacia determinados grupos sociales. Con
este punto de partida, el presente ensayo versa sobre un tema específico dentro
del vasto campo de la promoción de la salud, a saber, la atención al segmento
poblacional de los adultos mayores.
La argumentación desarrollada aquí se
fundamenta en perspectivas críticas recientes acerca de las concepciones de
envejecimiento exitoso y tercera edad, para así avanzar en algunas
consideraciones del tema, dando prioridad a un aspecto que gana resonancia en
el debate interno de la promoción de la salud: el énfasis, tan creciente como problemático
en las prácticas sociales y de la salud, al considerar el envejecimiento
exitoso y saludable como una tarea de responsabilidad individual.
En este intento,
empezaremos por una breve descripción y definición de los términos
envejecimiento exitoso y tercera edad, sus condiciones de surgimiento, sus
premisas y pautas y los modos como se incorporan en los contextos
latinoamericanos contemporáneos. A continuación, resaltamos cómo estas
concepciones, al tiempo que operan una nueva configuración del curso de la vida
y de las imágenes de la vejez, imponen desafíos a los cuales no pueden
permanecer ajenos quienes estén involucrados en la práctica social e
investigativa de la promoción de la salud en estos países.
Rice y
Lockenhoff, afirman que envejecimiento exitoso y tercera edad son,
teóricamente, nociones relacionadas y, se puede decir que comparten muchas
perspectivas y significados. Envejecimiento exitoso, antes que un concepto, enmarca
desde hace mucho, una importante aspiración humana. Deseamos envejecer bien,
sin dolor o con el mínimo de sufrimiento. Usualmente miramos con admiración a aquellos que
atraviesan los años revelando bienestar, realización personal, vivacidad y
vigor preservados. Como sabemos, ciencia y aspiraciones sociales están íntimamente
relacionadas y, en este sentido, han existido muchos intentos teóricos y
científicos encaminados a identificar y establecer qué sea envejecimiento
exitoso.
Neri y Cachioni, sustentan que la definición posee tres connotaciones
generales. La primera se refiere a la realización del potencial individual
capaz de generar satisfacción física, psicológica y social según el individuo y
su grupo de edad. Es evaluada de acuerdo a condiciones objetivas disponibles,
por la visión que la gente instituciones
posee sobre tales condiciones y por lo que se considera necesario para la
realización plena de este potencial. La segunda significación toma como parámetros
de envejecimiento exitoso el funcionamiento que más se acerque al de la media
de la población más joven, siendo adoptada por las prácticas de salud, educativas
y estéticas destinadas a preservar la juventud y retardar los efectos del envejecimiento.
La tercera idea de envejecimiento exitoso se relaciona con la identificación de
comporta- mientos para
los cuales los
individuos poseen un buen desempeño, y de optimización de su ejecución
por medio de mecanismos de entrenamiento y motivación. Mediante tales
estrategias se compensarían las pérdidas identificadas en el proceso de
envejecimiento y se mantendría la estimulación para realizar comportamientos en
otros dominios de la vida cotidiana.
En esta tercera connotación, los ejemplos
para lograr un envejecimiento exitoso suenan afines a la perspectiva de la
promoción de la salud: si un adulto mayor tiene una buena capacidad física, la
preservación de este potencial y su estimulación a través de la práctica
deportiva puede reforzar el sentido de bienestar y favorecer la manutención de
vínculos sociales.
Sin embargo, en los tres conjuntos que organizan las
diferentes visiones acerca del envejecimiento exitoso, el sujeto que envejece, siempre
es el blanco de todo el proceso y, con los apoyos necesarios, el principal
ejecutor del mismo. Él es el primer responsable por su salud y su enfermedad.
Minkler y Fadem, realizan una crítica similar sobre
la concepción de envejecimiento exitoso promovida recientemente por la
Fundación MacArthur y que se ha convertido actualmente en una de las más
destacadas referencias sobre el tema. Desarrollada a partir de un largo estudio
cuya propuesta era la consolidación de una nueva gerontología, la definición elaborada
buscaba la formulación de un paradigma que pudiera contrastar con la asociación
habitual de la etapa de la vejez y los procesos de pérdidas y deterioro. Se
pretendía así, formular una teoría que engendrara aspectos positivos del envejecimiento.
La primera característica a destacar en este estudio
es la diferenciación realizada entre ‘envejecimiento exitoso’ y ‘envejecimiento
normal’. El eje central de esta nueva perspectiva es la idea a
de que la salud
y los problemas relativos al
‘envejecimiento normal’ no son del todo normales, y más bien evidencian el
resultado de estilos de vida y
otros factores que
expusieron las personas al riesgo
de enfermedades y discapacidades en la vejez. En oposición, el ‘envejecimiento
exitoso’ es descrito como una habilidad para mantenerse en bajo riesgo de
enfermar, con un alto nivel de actividad física y mental, y decididamente
comprometido con la vida por medio del mantenimiento de relaciones
interpersonales y la participación en actividades significativas. Dicho paradigma
propone, primero, que los temores de pérdidas funcionales son con frecuencia
superestimados, segundo, que muchas de las pérdidas funcionales verificadas con
el paso del tiempo pueden ser evitadas, y, tercero, que muchas pérdidas funcionales
de los adultos mayores pueden ser recuperadas.
En este
sentido, envejecer exitosamente dependería mayoritariamente de acciones en
prevención y promoción de la salud, ya que la desdicha de la vejez asociada al
deterioro físico y mental estaría supuestamente bajo nuestro control. Las
pérdidas, según este paradigma, están asociadas a factores tales como hábitos
cotidianos, alimentación, práctica de ejercicios, etc., todos ellos ‘factibles
de control y cambios’. El envejecimiento exitoso, como afirman algunos autores,
resulta ser una cuestión de opción individual.
De hecho, y
eso no se puede negar, la formulación del concepto en cuestión ha contribuido a
innovaciones e incremento de estrategias en salud y de prácticas sociales que
han representado una ganancia en términos de calidad de vida de las personas
mayores. Sin embargo, las críticas que han recibido estas propuestas no pueden
ser desatendidas. No todas las enfermedades y problemas fisiológicos
asociados a la vida avanzada, son factibles de manejo por medio de la
prevención de la enfermedad o la promoción de la salud. La pretensión de
control individual sobre los procesos de deterioro identificados en la vejez,
desde estadios anteriores del curso de la vida es, cuando menos, osada,
especialmente cuando tratamos de sociedades en desarrollo. Como bien advierten
los preceptos de la promoción de la salud, los determinantes de esta no se
deben concentrar tan sólo sobre el individuo.
Más bien,
envejecer con salud requiere otras condiciones durante el curso de la vida,
como el acceso a la educación, al trabajo y al descanso, bienes materiales y
culturales dignos, políticas públicas inclusivas, etc. Los modelos de
envejecimiento exitoso en general, incluyendo el de la Fundación MacArthur, pecan
al generalizar premisas particulares y simples a contextos culturales diferenciados
y complejos; aprisionan experiencias y valoraciones sociales diversas sobre el
envejecer, bajo el auspicio de modelos estrechos y sin validación externa.
Homogenizan prescripciones, sin matizar diferencias de género, raza y clase
social, e ignoran las demás posibilidades que pueden caracterizar un buen
envejecimiento.
En resumen,
la principal crítica que ha recaído sobre el término envejecimiento exitoso y
sus dimensiones específicas, muy pertinente a nuestro ver, es la de que puede
favorecer la estigmatización de las personas que no alcancen el ideal de
‘envejecer bien’. Se trata aquí de evitar el frágil teorema de que si el individuo
es el responsable por la gestión de su envejecimiento con éxito, también lo será
cuando no alcance el intento. Tal proposición, incluso ha contribuido al
aumento de la estigmatización de los viejos que viven en situaciones de
discapacidad.
Estos puntos
de vista mantienen su validez cuando pensamos en el modelo de gestión de la experiencia
del envejecimiento conocido como ‘tercera edad’, tan de moda en Latinoamérica,
y por eso la iniciativa de rescatarlo en esta argumentación. Las definiciones
sobre el envejecimiento exitoso, sobre todo las que hacen referencia a la
actividad como aspecto favorable durante la vejez, se sintonizan fuertemente
con el modelo citado. La producción científica y la argumentación
intervencionista del Estado y del movimiento social denotan un fuerte
compromiso con esta nueva categoría, sea en parte de Europa o Estados Unidos, o
en el ámbito de América Latina, caracterizada por importar las innovaciones
extranjeras sobre la problemática. En este continente, la expresión se difundió
como la manera más apropiada de referirse a la vejez. El término recibe una
significación tan positiva y respetuosa que ha sido aplicado ampliamente,
intentando englobar en sí la completa diversidad del segmento social de los más
viejos.
Ahora bien:
la categoría tercera edad, según sus premisas, es una etapa en que las personas
deben abrirse a lo nuevo, a las formas de relacionarse (con la pareja, la
familia, con la comunidad), rescatar antiguos proyectos de vida e iniciar
otros, involucrarse en el aprendizaje de nuevas habilidades, etc.
La categoría
tiende a oponerse a la concepción de vejez asociada a la decadencia y la
declinación. Al contrario, ofrece un sentido de neutralidad al representar a
los viejos, al tiempo que refuerza la idea de progreso o avance.
Presupone un
sentido continuo, de etapas progresivas más no necesariamente en descenso.
Intenta, así, la propuesta de un nuevo cuadro en el que el curso de la vida
seguiría un creciente sin fin, sirviendo al propósito de anular la
estigmatización identificada o presumida sobre esta población.
Evidentemente,
la expresión ‘tercera edad’ tiene su historia relacionada con las intenciones
de cambiar las connotaciones negativas existentes en torno a la vejez,
afirmando esta etapa como la más propicia para la autorrealización, por la
supuesta ventaja de la experiencia de vida acumulada.
Claro está
que la tercera edad está comprometida con un ideal de transformación del envejecimiento en un problema social,
donde son necesarias nuevas
definiciones, nuevas formas de categorización que opongan un nuevo vocabulario
a un antiguo modo de tratamiento de los viejos. De este mismo modo, se busca
invertir algunos sentidos
sociales alrededor de este período de la vida y la jubilación.
Antes entendido como una etapa de des canso y
resguardo, estar retirado viene ahora
a significar un período de actividad, realización
personal, entretenimiento y diversión. Para alcanzarlo, el recurso más indicado
por los expertos es la adhesión a espacios sociales de asociación e
integración, aspecto fundamental de los programas y proyectos asociados a la
categoría tercera edad.
Resulta primordial,
entonces, que las investigaciones y prácticas consideren
el punto de vista de los adultos mayores que estamos conduciendo al interior de
nuestras intervenciones. Necesitamos considerar en el campo de la
promoción de la salud, la existencia de múltiples concepciones y formas envejecimiento
exitoso según las personas que lo viven y preguntarnos acerca de los diversos
significados que pueden ser atribuidos por la gente a la salud y los hábitos saludables
en la vejez.
Fuente
“Investigación y Educación en
Enfermería - Medellín, Vol. XXIII N. º 1, marzo de 2005”
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